UN PROYECTO DE

¿Por qué islas?

Cuadernos de líneas límite

de Cecilia Molano y María Royo

En el año 2018, dos amigas emprendieron un viaje para grabar, por tierra y por mar, el perímetro de la Isla de Arosa [A Illa de Arousa] en Galicia. La idea fue recorrerla sin motores, en bicicleta por tierra y en kayak por mar, marcando 32 puntos equidistantes donde se detuvieron a hacer las tomas.

De allí surgió la película que aquí presentan, en la que decidieron invitarme como tercer pie, testigo y partícipe de la correspondencia entre las viajeras que trataban de esbozar una idea de límite, como borde y frontera, como línea que separa una cosa de otra, y también como resistencia, en el sentido de “llevar el cuerpo al límite”.

El resultado es un trabajo coral, una polifonía en la que se superponen imágenes y voces propias y ajenas que, parecen decir, como afirma Chris Marker en Sans Soleil, “así es como avanza la historia, tapando la memoria de igual forma en que se tapan los oídos… pero un instante congelado podría arder como la película trabada frente al horno del proyector”.

 

Sol tan lejos

de Eszter Katalin y Camila Téllez

Tuve la oportunidad de ver algunos trabajos de colaboración entre Camila y Eszter en Tabakalera, en Donosti, donde coincidimos. Desde ese momento, me ha sorprendido el cuidado de cada una en relación al planteamiento de la otra y también el respeto por los espacios que cada una ocupa, en un intercambio constante entre un fondo político y uno afectivo.

Hay algo muy material en las operaciones visuales que elaboran juntas, es muy palpable, incluso, dónde se encuentra cada una, como si se pusiera todo el tiempo en juego la piel, lo personal, los afectos, los cuerpos, los espacios, pero donde una postura ideológica está en constante práctica y mantiene la estructura a la vista, una que denota una posición de resistencia a las jerarquías e incluso al lugar del autor.

Aquí vemos una correspondencia visual en la que buscan el sol desde puntos distantes, en estaciones contrarias, para mantener y acariciar un vínculo: se comparte el mismo objeto “tan lejano”, el mismo que encandila y define el tiempo. Como en el texto Os escribo desde un país lejano de Henri Michaux, ambas parecen decir: “Siempre nos frotamos los ojos con varios días de antelación. Pero en vano. Tiempo inexorable. Sol no llega hasta su hora.”

Trópico

de Cristian Guardia

Al hablar con Cristian sobre su pieza, surgieron palabras clave: horizonte sinuoso, marea, culo, ketamina. Al son baila un cuerpo que divide su parte alta de su parte baja. Una isla: con la mitad inferior en un movimiento acuático de ondulación continua y la mitad superior sosteniendo un nivel que mantiene firme. Las lecturas varían y son abiertas, como quien baila lo binario: goce y razón, sexo y trabajo, sur y norte, abajo y arriba, esclavo y amo. Aquí podría encajar un párrafo de la Teoría King Kong de Virginie Despentes: “… la bisagra entre el hombre y el animal, entre el adulto y el niño, entre el bueno y el malo, lo primitivo y lo civilizado, el blanco y el negro. Híbrido, anterior a la obligación de lo binario. La isla de la película [King Kong] es la posibilidad de una forma de sexualidad polimorfa e hiperpotente.”

Mantener el equilibrio y aceptar la condena en bucle de ser un ser exotizado del que se espera potencia sexual, simpatía y sabrosura, a lo cual responde con una peli en la que “perrea sola” al son de la salsa o de la ketamina.

Esta es una pieza rítmica que disfruta hasta el agotamiento su eterno martirio: el del tópico “trópico”.

Nota preliminar: este es un vídeo multi-canal, así que para una mejor experiencia recomendamos visualizarlo desde un ordenador, con el teléfono a mano.

Speculum Orbe Caribbean

DE ANA MOSQUERA

En palabras de Ana Mosquera, “este proyecto explora la posibilidad de recorrer el espacio digital personal a través de un hilo narrativo, en este caso la historia del Caribe. Para ello se efectuaron múltiples búsquedas en Google utilizando palabras extraídas de Memorias: Revista Digital de Historia y Arqueología desde el Caribe. El resultado fue un compendio de palabras y frases a partir de las cuales se creó un texto, narrado por TTSMP3 – Inés. También, se obtuvieron múltiples imágenes, sonidos, vídeos y capturas de pantalla, todos ensamblados en una vídeo-isla.

El resultado es un experimento de colaboración humano-máquina que se apoya sobre la tecnología del lenguaje poético para recodificar el espacio digital personal y utiliza la repetición, los patrones rítmicos y las asonancias como parte del proceso de cognición y agenciamiento de la memoria.”

Esta pieza muestra, a la velocidad extrema del consumo visual, una poética poderosa y firme anclada en las posibilidades de crear cuerpos híbridos y cambiantes, islas de conocimientos alternativos a través del uso de la tecnología como conexión rizomática, como heterotopía y lugar de especulación, imaginación y crítica.

¿Por qué islas?

Puedo empezar por varios puntos de partida, como si saliera o entrara por cualquier segmento de una orilla continua, sin claridad hacia dónde dirigirme. La isla ha aparecido en los últimos tiempos en muchas formas, incluso en sueños: en uno de ellos, viajaba a una isla desértica para asistir a un festival de cine en un paraje que recordaba el paisaje agreste de un western. Allí encontraba a un amigo cineasta que me recomendaba, subido en la cabina sin techo de una pick-up, qué películas ver. Al despertar le escribí y su respuesta fue, “yo haría exactamente eso, te recomendaría, subido a una camioneta o a un caballo, algunas pelis. El lugar seguramente es la isla de San Borondón”. Esa isla huidiza, que recuerda la móvil insularidad de Moby Dyck, que aparece y desaparece de los mapas oceánicos para evitar cualquier intento de conquista.

En otro sueño, la imagen de una contraportada donde sólo aparecía una palabra repetida: “Holguín”. Y bocas desenfocadas que se movían, muy cercanas, gesticulaban y sólo alcanzaban a decir: “Holguín”, muchas veces, sin interrupción, hasta el agotamiento. Holguín es para mí Reinaldo Arenas, el hombre que asocio con la idea insular y sus colores, con la promiscuidad y el sudor, con la escritura brillante y el oscuro hacinamiento, cuyo apellido lame y hace plural el perímetro de Cuba, donde nació. Ese que describió con tanto rigor el mar, le dedicó un capítulo de Antes que anochezca a Holguín, una ciudad cubana de interior en la que vivió, contrafigura de tierra que subraya la movediza orilla y la contradictoria isla:

“El día del cobro yo me iba para el cine, que era el único lugar mágico de Holguín; el único lugar al que uno podía entrar y escapar de la ciudad, al menos por unas horas. Por entonces iba solo al cine, pues me gustaba disfrutar de aquel espectáculo sin compartirlo con nadie. Me sentaba en el gallinero, que era el lugar más barato, y veía a veces hasta tres películas por cinco centavos. Era un enorme placer ver a aquellas gentes cabalgando praderas, lanzándose por unos ríos enormes o matándose a tiros, mientras yo me moría de aburrimiento en aquel pueblo sin mar, sin ríos, ni praderas, ni bosques, ni nada que pudiera ofrecerme algún interés.”

El cine y la isla, la isla y la escritura, la isla con y sin mar, el cine como isla. Se abre su morfología semihundida como concepto, como posibilidad e imposibilidad: un pequeño mundo de orillas sinuosas cuya silueta no es del todo clara, está por definir, entre tierra y agua, de contornos difusos. “La maldita circunstancia del agua por todas partes”, decía Virgilio Piñera en La isla en peso, mientras Henri Michaux las emparentaba con los icebergs y se situaba en su polar lejanía: “Icebergs, Icebergs, solitarios sin necesidad, países taponados, distantes, y libres de parásitos. Parientes de las islas, parientes de los manantiales, cómo os veo, cómo me sois familiares…”

La isla como recuento arbitrario, personal, que construye un mapa del pequeño archipiélago de referencias en el que hundo la cabeza y asomo el lomo: notas tomadas durante un tiempo que dan una idea que se mueve entre documentos de ficción. Trozos de tierra sitiados por agua, refugios y cárceles, especies de “fin de mundo”, paraísos encontrados y perdidos, martirios cíclicos, condenas ketamínicas, mareas envolventes, yuxtaposiciones y contrapuntos, posibilidad abierta de terminar y comenzar algo, de salir y entrar por bordes lamidos: pedazos de sólidos que muerden el mar, animales-territorios que asoman sus caparazones y dientes en busca del sol. “¿Quién no echa una mirada al sol cuando atardece?”-preguntó John Donne.

“Soñar con islas”, decía Deleuze, “es soñar que uno se separa, que se está ya separado, lejos de los continentes, que se está solo y perdido, o bien es soñar que se vuelve a empezar de cero, que se re-crea, que se recomienza”. Ser isla y moverse en un conjunto de soledades, aunque se haya escrito que “ninguna persona es una isla”, denota la belleza de una imagen que empieza y termina en un límite móvil que no es tal. Por eso, cuando recibí esta invitación, pensé en un grupo de artistas cuyas películas rodearan el concepto “isla”: para ampliar la especulación y el imaginario sobre este espacio continuo de creación, recreación y separación, en movimiento perpetuo.

Ángela Bonadies
Agosto, 2021